En CANAAN, la familia tiene un papel muy importante en la restauración del adicto. Conocer, seguir de cerca el proceso y además, prepararse para los resultados, requiere de su completa participación. Es por ésto que existe: GRUPO DE VENCEDORES. En nuestras reuniones semanales para las familias, les entregamos, por medio de charlas relacionadas con el tema de la farmacodependencia, las características de las situaciones que están viviendo sus familiares en el programa. Además, tienen la oportunidad de compartir testimonios, reflexiones y herramientas para iniciar el proceso de sanidad en sus corazones.

En este grupo, mediante enseñanzas dirigidas por el grupo de facilitadores, que no son más que personas que han vivido la misma experiencia, pero que se han preparado, han estudiado sobre la enfermedad y han sentido el llamado del Señor a servir y a dar por gracia lo que por gracia recibieron, nos reunimos todas las semanas cumpliendo con ese llamado, recibiendo con los braxos abiertos a cada uno de los familiares de los estudiantes. Los que llegan por primera vez, se identifican fácilmente, porque sus rostros denotan preocupación, cansancio, tristeza, amargura y dolor; es como mirarnos ante un espejo del pasado, cuando éramos nosotros los que llegábamos reflejando ese dolor que con gran ahínco tratábamos de ocultar.

Esta es nuestra motivación, nuestra razón de ser, somos testimonio vivo del poder de Dios, de lo que Él ha hecho en nuestras vidas y de lo que El quiere hacer para los que creen y confían en El. Aprendemos que hay una esperanza, que no todo está perdido, que para el Señor no hay imposibles, vemos esta situación como una gran oportunidad de crecer, de madurar y de cambiar. Contrario a lo que se piensa, para nosotros la adicción ha sido una bendición; vemos como el Señor nos busca y nos restaura para reflejar su luz de manera integral en nuestras familias.

En el grupo, aprendemos a reconocer nuestra enfermedad como codependientes, a entender que no podemos cambiar a una persona, pero sí podemos cambiar nosotros mismos, de la mano de Dios; que debemos aprender a soltar en amor, a amar sin posesión, a desprendernos de nuestro ser querido y entregarlo en los brazos amorosos de Dios.

También aprendemos que es hora de retomar nuestras propias vidas, esa que hemos dejado de lado por estar pendientes del adicto que tanto amamos; les entregamos herramientas que les permitan manejar de una mejor manera la situación que viven y que las pueden aplicar en las diferentes áreas de sus vidas; vidas con sed de cambio, con una urgente e inminente necesidad de restauración.

Este grupo, es un regalo adicional de Dios, a la posibilidad que se abre el día en que se matricula nuestro familiar, ese día en el que nos sentimos un poco más tranquilos y en el que conciliamos finalmente el sueño, porque inicia su proceso, y con él, el renacer de nuestras esperanzas. Reconocemos la importancia de dar inicio a nuestro proceso de forma paralela; es así, como seguramente veremos en poco tiepo y con la ayuda de Dios, dar testimonio de todo lo que Dios hará en sus vidas.

 

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